Lo más importante es no repetir los errores del pasado y demostrar que somos seres
racionales. Hace varios años un grupo de antropólogos realizó un experimento en Africa
Central con un tribu de chimpancés. Los resultados fueron recogidos por Jane Goodall en
su libro titulado A la sombra del hombre. Las implicaciones antropológicas están
recogidas en el estudio de Mary Migdley, El hombre y la bestia: las raíces de la
naturaleza humana.
EL objetivo del experimento era sencillo: observar el comportamiento de los chimpancés en
condiciones normales y luego alterar el medio ambiente con una supuesta mejora de las
condiciones de vida natural.
Los científicos se dedicaron durante meses a filmar la vida cotidiana de los chimpancés.
Transcurría en un ambiente normal, con alimentos escasos pero suficientes. Un día
cualquiera, los antropólogos depositaron una gran pila de cambures en el centro de la
comunidad. Con desorganización y brutalidad los fuertes y oportunistas se apropiaron de
los frutos. Al día siguiente un pequeño grupo de ellos rondaba la zona. Actuaban para no
levantar sospechas escondiendo su verdadero propósito: repartirse entre ellos, sin tomar
en cuenta las necesidades de la comunidad, todos los cambures.
Cuando menos se esperaba, los antropólogos depositaron otra gran pila, ocurriendo lo
mismo pero de manera más violenta. Así, cada día fue puesta la gran pila de cambures a
la misma hora surgiendo un abanico de conductas nunca visto: los más fuertes implantaron
condiciones para entregar los cambures a cambio del culto a la personalidad, la sumisión
sexual, el servilismo y el uso de la fuerza.
La actividad física de la tribu disminuyó. Sólo se esperaba la mano mágica que
proporcionaba cambures, prefiriéndose no alimentarse y someterse a los más fuertes, a
tener que viajar el tiempo necesario para conseguir alimento. El único esfuerzo que se
hacía era buscar una manera de cómo apropiarse de los cambures sin importar el costo
comunitario.
Cuando los precios del monopolio ya no podían ser cumplidos, los fuertes decidieron
almacenar los cambures, que terminaron pudriéndose.
El hecho de que este grupo de chimpancés no hubiese desarrollado formas organizativas que
distribuyesen los costos y los beneficios de una inesperada bonanza bananil condujo a una
modificación de los patrones de conductas que en lugar de aumentar los beneficios de la
comunidad los redujo. El número de la tribu mermó hasta casi la mitad y los nuevos
patrones costaron mucho tiempo para volver a su estado natural (Págs. 96 y 97)
Con sus inmensas distancias, esta ha sido la historia de la América Latina ciclo tras
ciclo.